Uno de los problemas más frecuentes a la hora de crear una buena cartera de fondos no es tanto en qué fondos invertir, sino en qué tipo de fondos invertir. Es decir, qué porcentaje destinar a fondos de renta fija y qué porcentaje destinar a fondos de renta variable (acciones o bolsa).
El problema es encontrar un equilibrio entre la renta fija y la renta variable, puesto que:
- La renta fija es más segura (menor volatilidad) y como es sabido, a menor riesgo asumido menor rentabilidad potencial.
- La renta variable implica más riesgo pero históricamente ofrece una rentabilidad mayor. Es lógico pensar que a cambio de asumir más riesgo la recompensa esperada sea mayor.
Así pues, un correcto equilibrio entre fondos de renta fija y renta variable nos permitirá disminuir el riesgo de la inversión.
El riesgo que debemos asumir tiene mucho que ver con nuestra tolerancia al riesgo, nuestros ingresos y nuestra edad. En cuanto a la edad, John C. Bogle propone una regla muy sencilla.
La regla de John C. Bogle
La regla de John Bogle dice así:
Invierta en fondos de renta fija el mismo porcentaje que si edad y el resto en renta variable.
Por ejemplo:
- Persona de 20 años: 20% en renta fija y 80% en renta variable.
- Persona de 50 años: 50% renta fija - 50% renta variable.
- Persona de 65 años: 65% renta fija - 35% renta variable.
Por supuesto, la mencionada regla de John C. Bogle es orientativa y flexible, pues no tiene en cuenta nuestro patrimonio total o nuestros ingresos, pero sí viene a resumir los siguientes aspectos:
Para personas jóvenes es preferible invertir la mayor parte de nuestros ahorros. Ello no confiere la capacidad de asumir mayores riesgos y beneficiarnos de que la renta variable es más rentable, especialmente a largo plazo. Y por supuesto, sin olvidar el efecto de la capitalización compuesta.
Para personas de mediana edad, es preferible disminuir el riesgo rebalanceando la cartera hacia renta fija.
Para personas jubiladas o en edad próxima a la jubilación, es preferible evitar la elevada volatilidad de la bolsa y minimizar el riesgo de pérdidas, especialmente en una etapa vital en la que necesitaremos parte de nuestros ahorros para vivir y conservar el poder adquisitivo.
Por supuesto, esto no es más que una recomendación y es el inversor el que debe responsabilizarse en todo momento de su inversión, adquiriendo conocimientos básicos sobre cultura financiera y ser capaces de discernir qué tipo de activos es preferible invertir según nuestras necesidades vitales.
Por otro lado, siempre podemos acudir a asesores patrimoniales, como pueden ser los robo advisors que invierten nuestros ahorros según nuestro perfil de riesgo.