La mayoría de los ahorradores se limitan a ingresar su nómina y ahorrar sólo la parte del dinero que no hayamos gastado durante el mes. Probablemente el dinero sobrante lo mantengamos en la misma cuenta, sin llevar un control de ahorro y gastos mensual. Los más decididos, como mucho, se plantearán invertir cierta cantidad en un depósito bancario libre de riesgos.
El principal problema de vivir así es que no estamos ahorrando para el futuro de forma consciente. Y para vivir sin sobresaltos y asegurarnos el futuro necesitamos ahorrar e invertir de forma planificada.
Ante esta situación, el primer paso es ahorrar una parte de nuestro sueldo todos los meses. Primero ahorrar y después gastar. Ingresas tu nómina, apartas un porcentaje (un 10%, por ejemplo) y el resto lo dedicaremos a amortizar hipoteca, facturas, alimentación, ropa... Pero lo esencial es adquirir el hábito de ahorrar una parte de nuestros ingresos todos los meses, sin excusas.
Una vez que hayas adquirido el hábito de ahorrar es momento de planificar el futuro. Y es que el ahorro por sí solo está bien, pero si lo invertimos mejor: tus ahorros empezarán a crecer poco a poco. De lo contrario, la inflación se “comerá” parte de su poder adquisitivo.
Para invertir tus ahorros hay que tener en cuenta varios factores:
- Tu horizonte temporal: tu horizonte temporal es el tiempo durante el cuál pretendes mantener tu inversión. Si vas a necesitar el dinero en un futuro cercano es preferible invertir en fondos de renta fija; de lo contrario en renta variable.
- El riesgo que estás dispuesto a soportar: cuánto mayor riesgo asumas mayor será la rentabilidad potencial. Los fondos con un menor riesgo son los de renta fija y los de mayor riesgo los fondos de renta variable.
- Tu edad: tu edad tiene mucho que ver con el tipo de activos en los que es conveniente invertir. Cuando eres joven puedes permitirte mayor riesgo a cambio de más rentabilidad. Y el efecto del interés compuesto durante muchos años es considerable.
Hora de invertir
Ahora que ya eres ahorrador, llegó el momento de invertir. Los fondos de inversión están gestionados por profesionales siguiendo un reglamento de gestión bien definido. Lo primero que debemos hacer es buscar un fondo de inversión que cumpla nuestras necesidades.
Estos fondos pueden ser de gestión activa, donde el gestor tratará de obtener la mayor rentabilidad posible según los riesgos que queramos asumir. O también podemos decidirnos por fondos de gestión pasiva, que tienen comisiones muy bajas y funcionan replican a un determinado índice.
Si no sabemos valorar nuestro perfil de inversor, es buena idea recurrir a un asesor (como una EAFI, por ejemplo), o a un robo advisor, que en función de nuestro perfil de riesgo invertirá en los fondos indexados más adecuados para satisfacer nuestros objetivos.
Aportaciones periódicas
Una vez que tengamos planificada nuestra estrategia de ahorro e inversión, es hora de hacer realidad la estrategia de aportaciones periódicas.
La ventaja de aportar nuestros ahorros de forma periódica es que adquiriremos el hábito de invertir todos los meses. También permite ponderar el precio de compra de participaciones.
Lo ideal es hacer aportaciones todos los meses, aunque también podemos operar semestralmente, trimestralmente... En definitiva, con la frecuencia que más nos convenga y menos tiempo nos haga perder, pero con disciplina.
La satisfacción de ver tus ahorros crecer
Un ahorrador debe invertir preferiblemente a largo plazo para garantizarse la jubilación. Y con el paso de los años no hay nada más gratificante como ver cómo nuestros ahorros crecen con el tiempo.
Si somos disciplinados, la inversión crecerá debido a las aportaciones netas y a las plusvalías. Al principio, las aportaciones netas provenientes del ahorro serán las que supongan un mayor porcentaje de nuestra cartera. Sin embargo, con devenir de los años veremos cómo las plusvalías (la revalorización del valor liquidativo de las participaciones) suponen cada vez un peso mayor en nuestro patrimonio.